En el fondo lo que sucede es que el comportamiento acorde con la ética depende al final de la propia virtud personal, no de la cantidad y calidad de las reglamentaciones.
Por Jaime Millás Mur. 27 marzo, 2023. Publicado en ExaudiEn 2018, el biofísico He Jiankui aseguró que él y sus colaboradores habían modificado el ADN de embriones humanos, concretamente 2 gemelas. Luego hemos conocido que hubo un tercer nacimiento de otra niña. Por esta causa fue condenado y pasó 3 años en la cárcel acusado de “prácticas médicas ilegales”. Al parecer, en China, este experimento no estaba claramente prohibido, pero tampoco permitido y, según se conoce, contó con el aval de autoridades chinas, así como cierto apoyo de algunos investigadores, o al menos ninguno denunció que se iba a realizar una edición genética en la línea germinal.
Ahora, pasados casi 5 años, China publica nuevas reglas éticas para la investigación buscando que no se repita un hecho como éste que, desde el inicio, provocó la indignación de la comunidad investigadora y de muchas personas en todo el mundo. Las nuevas medidas regulatorias, comenta Linqi Zhang, virólogo de la Universidad de Tsinghua, “son mucho más integrales y sistemáticas” y “logran un buen equilibrio” entre la protección de las personas participantes en los ensayos clínicos y el avance científico. Estas nuevas reglamentaciones son llamadas ahora Medidas para la revisión ética de las ciencias de la vida y la investigación médica con seres humanos. Ruipeng Lei, experto en bioética de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazong dice que el objetivo es el fortalecimiento de pautas y reglas ya existentes. Hay cambios de redacción que resultan positivamente llamativos y manifiestan un mayor énfasis en la protección de las personas, comenta Renzong Qiu del Instituto de Filosofía de la Academia China de Ciencias Sociales. Ahora se denominan «participantes de la investigación» en lugar de «objetos de investigación» o «sujetos humanos receptores». Los participantes “son tratados como si hicieran contribuciones a la ciencia iguales [a las de] los investigadores”, dice Qiu.
Además, los investigadores tienen obligación de informar sobre las opciones que los participantes tienen respecto al fármaco que se está investigando; algo que es norma en casi todo el mundo. También deben ofrecer a las personas formas de comunicarse con un comité de ética si les surge alguna inquietud. Por parte de los científicos, se exige que revelen posibles conflictos de interés, el origen de las muestras biológicas y el modo en que comunicarán los resultados de su investigación. Por otro lado, esta nueva reglamentación se aplica a «instituciones de educación superior, institutos de investigación científica, etc.», no sólo a instituciones de salud y hospitales.
Robin Lovell-Badge, bióloga de células madre del Instituto Francis Crick, comenta que no aplicar estas Medidas al sector privado “da miedo”. Y es que He Jiankui, tras salir de prisión el pasado año, ha fundado un instituto para investigar sobre la distrofia muscular de Duchenne, entre otras cosas. Aunque ese instituto no está obligado por las reglas, ha comentado que desea “establecer un comité de ética internacional para supervisar mi trabajo”.
Ciertamente, la regulación de las organizaciones privadas supone un reto también en países como Estados Unidos y Canadá, comenta Françoise Baylis, ahora jubilada de la Universidad de Dalhousie en Canadá. Estos países aplican diferentes reglas para la investigación con fondos públicos y privados y suelen dar una mayor libertad a las instituciones privadas, lo que no carece de cierta lógica.
No le falta razón a Jing-Bao Nie, médico chino de la Universidad de Otago, Dunedin, cuando dice que, con frecuencia, el problema “no es la falta de directrices o reglamentos en papel, sino cómo ponerlos en práctica”. En el fondo lo que sucede es que el comportamiento acorde con la ética depende al final de la propia virtud personal, no de la cantidad y calidad de las reglamentaciones.
Recientemente ha tenido lugar la tercera cumbre internacional sobre edición genética en seres humanos en Londres. Si en la conferencia de Asilomar, en 1975 se trató de los posibles beneficios y de los peligros de la técnica de ADN recombinante y de ahí surgió el principio de precaución, también ahora nos encontramos en una encrucijada en la que el avance de los nuevos métodos de edición genética como el CRISPR y la lamentable experiencia de la edición genética en la línea germinal. Esto amerita una declaración consistente y clara en defensa de la vida humana y del respeto por la dignidad de la persona a la que no se puede someter a modificaciones tan profundas como las señaladas, en las que además no interviene su voluntad y tendrán un efecto duradero, más allá incluso de la propia existencia. Tendríamos que estar 100% seguros de que se pudiera curar alguna enfermedad para actuar de esta forma y, hoy por hoy, no lo estamos, como nos demuestra el fracaso del intento fallido del tristemente famoso He Jiankui.
En cambio, la edición genética en células somáticas sigue su avance, como lo muestra por ejemplo el desarrollo del tratamiento para la anemia falciforme, una enfermedad de la sangre que afecta a millones de personas. Por eso, la presentación de Victoria Gray en esa cumbre internacional ha sido recibida con grandes aplausos. Esta mujer ha sido la primera en ser tratada con CRISPR en julio de 2019 y se ha curado de su dolencia: un solo tratamiento ha sido suficiente para conseguirlo. Victoria relató ante la comunidad científica presente sus terribles dolores producidos por los glóbulos rojos deformes que colapsan los capilares sanguíneos. Los resultados de esta terapia experimental fueron publicados en la revista NEJM.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.